viernes, agosto 10, 2012

CRÓNICA EN UN CEMENTERIO - JOSÉ VICTOR SALCEDO


CRÓNICA EN UN CEMENTERIO

La Almudena: entre la historia y el más allá

Un recorrido por el cementerio cusqueño que guarda en sus mausoleos cultura, tradición y ficción.  Recorrerlo es un volver por 160 años de tiempo enterrado.

Por José Víctor Salcedo.

Son las diez de la mañana de un viernes cualquiera. El lugar de la cita es el Cementerio de la Almudena. Un sol perfecto baña la Ciudad Imperial y sus rayos cocinan la piel. Llegamos al camposanto, convertido hace un año en Patrimonio Cultural de la Nación.
A la entrada nos da la bienvenida el Cristo de la Agonía, finamente tallado en mármol por un estudiante de la Escuela Superior Autónoma de Bellas Artes. Ya dentro uno se topa con una especie de barrio colonial. Unos 25 mausoleos marmóreos, estentóreos, excelsos, rimbombantes y algunos rústicos; una cripta y una catacumba adornan los 500 metros cuadrados del ala derecha del panteón. En el ala opuesta, de igual dimensión, un pabellón de párvulos (niños), unos hacendados y otros anónimos difuntos.
Más adentro, alejado de los cuatro pabellones de la zona monumental, miles de difuntos descansan en paz en nichos modernos, menos excelsos. Varios cusqueños ilustres también tienen su morada ahí. Los ángeles de mármol en acto de contrición vigilan la travesía al más allá.
Ciudad de los muertos
Esta mañana, mientras la ciudad trabaja, en el Cementerio de la Almudena sopla un aire helado y una quietud funeraria la envuelve. Empezamos a recorrer las avenidas de la “ciudad de los muertos”, promocionada ahora como atractivo turístico.
Son 160 años de historia y sufrimientos enterrados en este panteón de contrastes, reflejo de la sociedad cusqueña. Fue mandada a construir en 1950 por el beato Miguel Medina. Ahí se pueden ver desde finas residencias levantadas con mármol italiano hasta nichos de pobre confección.
Para aprovechar la riqueza histórica y cultural del cementerio la Beneficencia Pública de Cusco y la Asociación de Guías de Turismo han elaborado un circuito nocturno por la zona monumental. Es un recorrido de casi dos horas.
-¿Qué significa un paseo por un cementerio de noche?, preguntamos al guía Laylys Gutiérrez Ccoscco.
-Una experiencia única e indescriptible-, sentencia.
Las visitas son los viernes por la noche, de siete a nueve. Para hoy se han inscrito unas 20 personas.
-¿Hubo ataques de histeria en las visitas?.
-Hasta ahora no. Es que antes de ingresar explicamos que no deben sugestionarse. Además a La Almudena viene gente ansiosa por conocer la historia y ciertas aficiones tanáticas, responde medio en serio medio en broma.
En la parte histórica (ala derecha) reposan grandes hacendados y pensadores del siglo pasado y del anterior a ese. Para Leylys, no solo es el cementerio emblemático de la ciudad sino también un lugar artístico e histórico.
-Ese es su verdadero valor, asegura.
El mausoleo de los hacendados Romanville es el más imponente. Una incomparable construcción de mármol italiano. Los Romanville fueron hacendados, dueños de grandes extensiones de tierras en varias provincias. Su imperio empezó a caer con el levantamiento del ex guerrillero Hugo Blanco Galdós en Chaupimayo-La Convención, allá por los años sesenta. Su prominencia quedó sepultada con la reforma agraria de la dictadura de Juan Velasco Alvarado, en 1969.
El reloj avanza y nosotros nos topamos con una cripta (tumba en el subsuelo), la única del camposanto. Ahí descansan los restos el promotor del “Día del Cusco”, Humberto Vidal Unda. Historiador, filósofo y escritor. Su fama traspasó las fronteras de Cusco y el Perú.
Vidal Unda murió a los 72 años, 35 años después de haber borrado la celebración de la fundación española e instaurado el 24 de junio como el “Día del Cusco”. Corría marzo de 1944. Sobre la cripta yace una piedra inca.
Según cuentan los antiguos cusqueños fue llevada desde el Koricancha como una ofrenda al precursor de la celebración imperial. Al fondo, a unos 15 metros de distancia, reposan en un humilde mausoleo los restos de su madre, Josefa García Ochoa.
Personajes curiosos
En un rincón de la parte histórica de La Almudena descansa un curioso personaje. Se trata del norteamericano Kodney Collín Smith. Kodney murió durante la construcción de la Catedral de Cusco al caer de lo alto cuando colocaban la cúpula del templo. Era abril de 1909. Es el único extranjero enterrado en el Cusco y quizás en el país. A su costado hay otro mausoleo de un varón NN.
El primer mausoleo del cementerio Patrimonio Cultural de la Nación se construyó en 1950. Tenebroso, de color negro desgastado y una calavera (símbolo de la muerte) tallada en piedra la adornan con escalofriante perfección.
De primera impresión, uno diría que no sirve para nada, ya que está clausurada. En honor a la verdad no sé sabe a quién o quiénes perteneció. Pero muchos lo usaban para rituales de hechicería. Todavía se ven rastros de velas negras a medio extinguir.
-¿Se sigue haciendo brujería en este mausoleo? interrogamos nuevamente nuestro guía sin ocular nuestro asombro.
-Es la única que se utiliza para hacer rituales para hacer daño, dice Leylys  quien se apresura a aclarar que las visitas nocturnas al cementerio no tienen ningún tinte macabro ni perverso, sino histórico y artístico.
La nueva inquilina de la zona monumental es la escritora Clorinda Matto de Turner. Los restos de la autora de “Aves sin nido” y “Tradiciones Cuzqueñas” reposan en una fina construcción de mármol ónix italiano. A cada lado, hay dos coronas de flores que alguien mandó colocar. Deben tener un par de días. Están empezando a marchitarse.
Antes de volver en carne y hueso, Clorinda Matto fue huésped del Cementerio Presbítero Maestro de Lima.
Personajes ilustres
En el pabellón llamado Sinai se encuentra el abandonado nicho del primer cusqueño que fue presidente de la República, Serapio Calderón. Murió en abril de 1922 y ahora nadie parece interesarse de cuidar de su última morada.
La de Calderón es una tumba que nadie visita, nos comenta nuestro guía. Lo mismo cuenta un joven jardinero de la Beneficencia Pública que lleva 15 de sus 20 años recogiendo las flores marchitas y construyendo nichos.
En otros espacios, ajenos al histórico, a varios metros de distancia, están dispersas las tumbas de personajes como los grandes fotógrafos Martín Chambi y Eulogio Nishiyama; el dirigente Emiliano Huamantica; el político ejemplar Daniel Estrada Pérez (Qosqoruna), entre otros.
Ahora sé que un cementerio es el triunfo de la muerte. También sé que en La Almudena las figuras vencieron a la muerte y perduran en la memoria de los cusqueños.
Han pasado casi cuatro horas desde nuestra incursión en el Cementerio de La Almudena. El cielo ya no está tan cristalino como en la mañana. El sol pierde protagonismo ante unas nubes negras. Llegó la hora de irnos. ¡Que sigan descansando en paz!