Basta de
improvisaciones y complejos de la Municipalidad Provincial del Cusco y la
Dirección Regional de Cultura
Una Haukaypata o Plaza de Armas que
recoja la memoria histórica del Cusco
Una intervención
global e integral que reponga al centro histórico de la ciudad su matriz
fundacional en armonía con los nuevos tiempos
El debate acerca de la permanencia o no del “Inka” en la
pileta de la Plaza de Armas, es una polarización simplista y superficial, de
uno más complejo y necesario. Con esta discusión parcial se oculta el abandono
y la destrucción paulatina que tiene nuestro centro histórico, por parte del
incumplimiento de sus funciones tanto la Municipalidad Provincial de Cusco y de
la Dirección Regional de Cultura, del mismo como efecto de un comercio nocivo y
mal llevado que viene plastificando los portales y balcones, desfigurando el
contexto y la visión de lo que debe ser un monumento como es nuestro
Haukaypata.
Los urbanistas y especialistas señalan que la plaza
principal de una ciudad, debe cumplir algunos requisitos y condiciones básicas:
Una plaza debe ser el centro ceremonial y protocolar más importante de toda la
urbe. Debe recoger en su paisaje urbanístico la síntesis y el espíritu de todo
el proceso cultural de la ciudad y la región. La plaza debe ser la confluencia social
y el centro integrador de la ciudad. Debe expresar urbanísticamente la
característica de la ciudad. Religiosamente es un punto de ubicación mística.
La plaza en el plano económico es el centro articulador fundamental. Y finalmente
el centro debe ser la plataforma cívica más importante de la sociedad y de los
ciudadanos.
¿Cumple todas estas condiciones, actualmente nuestra Plaza
de Armas? Parece que algunas de ellas, otras está en franco deterioro o
simplemente son groseramente distorsionadas por una dinámica económica mal
planificada y ejecutada, pero sobre todo porque las autoridades de diversos
estamentos, como son la Municipalidad Provincial y la Dirección Regional de
Cultura, las principales responsables de su uso, mantenimiento, defensa e
intervención contextual, se hacen de la vista corto y larga por no asumir con
firmeza y coherencia la verdadera revalorización de la primera plaza de la
ciudad. En forma demagógica, como una justificación a la irresponsabilidad so
pretexto de la intangibilidad por nuestra condición de Patrimonio Cultural de
la Humanidad, se destina a la ciudad y su centro histórico a una condición de
ciudad museo e intocable que se cae a pedazos.
Por ello la discusión acerca del “Inka” en la pileta o su
retiro, no aborda una visión global e integral que el Cusco y sus autoridades
deben asumir para reconstruir y remodelar nuestro centro histórico. Hace muchos
años Daniel Estrada organizó una comisión de alto nivel y con especialistas
reconocidos, que entrego luego de meses de trabajo y debate unas “Bases
filosóficas para la intervención de la Plaza de Armas” documento que buscó
ayudar a comprender los roles y funciones de nuestra Plaza de Armas; señalando
por otro lado la complejidad del tratamiento y el respeto cultural, histórico,
religiosos, cívico, social y económico que debe tener un proceso de
intervención de esta naturaleza.
Lamentablemente el Cusco en las últimas décadas no debate ni
discute los planes de la ciudad, menos los contenidos y formas de intervención
de la Plaza de Armas, cada semana los comerciantes que tienen sus tiendas
vienen cubriendo con propaganda plástica las puertas y ventanas de las casonas;
existe una telaraña sucia y peligrosa en todas las esquinas de cables de
electricidad, telefonía e internet; entre gallos y media noche se coloca un
monumento de plástico; se cambian y modifican las plantas y flores al gusto del
cliente; los desfiles y pasacalles de todo tipo dejan una asquerosidad las
calles y la plaza; los vagabundos nacionales y extranjeros dan rienda suelta a
su ignorancia y drogadicción en las bancas, entre otras cosas. Todo ello atenta
a la Plaza de Armas y debe ser abordada su solución, no por el capricho de un
alcalde o la letanía de un funcionario, sino porque se requiere y es una
necesidad urgente e imprescindible. Una plaza romana o griega, que son hermanas
del Qosqo, no tienen los abandonos de nuestro Haukaypata.
Nuestro centro principal, refleja la presencia y el aporte
colonial representados por la Catedral y las casonas; el componente republicano
se encuentra en el contexto circundante. En cambio la matriz de nuestra cultura
el Haukaypata andino, producto de la destrucción de los invasores, está
postergada, sumergida y marginada en apenas unos muros Inkas del Inti Kiqllu.
Por tanto no hay una armonía y proporcionalidad entre las diversas culturas y
épocas de nuestra vida. Esta ruptura y desequilibrio en la ciudad que es la
cuna de la civilización andina y amazónica, requiere un nuevo equilibrio de la
matriz fundacional a través de una intervención que reponga una representación
y simbología de nuestra cultura en armonía y respeto con el contexto global e
integral.
Es inaceptable que en pleno Siglo XXI subsistan posiciones
racistas y colonialistas que le niegan la presencia cultural andina en la plaza
de su ciudad origen, bajo el argumento “técnico” de la intangibilidad. Del
mismo modo que resulta huachafo e ignorante, colocar monumentos improvisados
sin debate, consulta y respeto a la verdad histórica y a los avances artísticos
y simbólicos que tienen estas representaciones. Los Qosqo Runas y Qosqo Warmis
abogamos sentirnos presentes en nuestro Haukaypata o Plaza de Armas, con una
gran obra simbólica que recoja nuestra cosmovisión en el marco de una visión
compartida con la humanidad y la universalidad que tiene nuestra ciudad.
Existen mecanismos para ello, como la convocatoria a profesionales y artistas
que hagan una propuesta coherente, con un cronograma prudencial y una adecuada
consulta ciudadana.
El pueblo del Cusco no debe ser inducido a un debate estéril
entre los huachafos y colonialistas, entre la colocación o salida de un “Inka”;
ese viejo debate de “colocación de monumentos” ya sucedió cuando los
colonialistas modernos negaron a Túpac Amaru un lugar en la Plaza de Armas en
la que fue sacrificado, con el argumento falaz del caballo. Finalmente la plaza
siguió abandonada y destruida hasta nuestros días. Es la hora que los cusqueños
emprendamos el gran reto cultural de reponer un Haukaypata en armonía con una
Plaza de Armas, puesta en valor en el buen sentido de la palabra, con la
concurrencia de los avances y la modernidad que exige una intervención de esta
naturaleza.