Las salineras de Maras:
EL LLANTO DE AYAR KACHI
Jesús Manya Salas
Ayar Kachi, era el más travieso de todos los hermanos en el trabajo; torpe con su incomparable fuerza, sólo competía en talento y valor con su esposa Mama Waku, una extraordinaria mujer con mucha energía y personalidad, muy temida y respetada por todos. A la pareja le correspondía la misión de recrear y moldear la geografía y los territorios a donde conducir a las personas, animales y árboles. Armados con sus boleadoras o liwis y disparando piedras con sus warak´as, emprendieron la difícil tarea de modelar la tierra y abrir brechas para conformar los primeros valles y cerros. Como siempre, no todas las criaturas estaban contentas y felices con su existencia, sus bondades y defectos asignados por los creadores del universo. Era cierto que en varias ocasiones se les pasó la mano, originando un descontento que maduró silenciosamente en muchos.
Para disipar dudas los hermanos encargaron a Ayar Uchu a volar y vigilar la creación de los cerros en todo el Valle del Willcamayu; Ayar Kachi y su esposa los tenían separados en tres grandes filas y cada una con diversas características. Unos eran grandes roquedales, otros con tonos rojizos y arcillosos; los que tenían las más altas cumbres estaban adornadas con gránulos de nieve para hacerlas placenteras a la vista y como fuente de riachuelos de agua. Existían también montes bajos y regulares, poblados de espinas y arbustos en medio de tierras y piedras, en ellos habitaban las tarukas y vizcachas, zorros y pumas, halcones y cóndores. Lo mejor eran sus campos fértiles y amplios con diversos pisos ecológicos; por algo estaban formando el Valle Sagrado para sus herederos los Inkas, y sembrar en ella maíz, frutilla, calabazas, duraznos, capulí, en fin las frutas que engreían a los niños y productos para sostener a la humanidad.
De todos ellos hubo cerros que ocultaron su malestar durante un tiempo y murmuraban el supuesto desdén de parte de los dioses tutelares para con ellos. Ganado por la impaciencia y la vanidad, el Wañuy Marka endiablado como su destino, envidioso con sus vecinos vistosos y adornados por la nevasca perpetua que tenían en sus cumbres, atravesó el río y hurtó unos perdigones de nieve para ponérsela de collar. Al regresar fue descubierto por los chillidos protestantes del Saqro, que despertó a los cristales de hielo, guardianes que apresaron y condujeron a su juzgamiento al ladrón. En cambio el Yawar Maki, al igual que muchos adolescentes, soberbio y pretencioso con sus multicolores adornos, burlándose de sus parientes comunes, levantó polvareda una noche con la peregrina idea de cerrar el paso al discurrir de las aguas del Willkamayu, originando en el río sagrado una violenta reacción con grandes olas que socavó sus bases y lo desestabilizó para siempre.
La noticia llegó muy rápidamente a los oídos de los Ayar y procedieron a debatir y discutir un castigo a los cerros rebeldes. El Wañuy Marka fue condenado a la decapitación por hurto y desobediencia, desde entonces, hasta nuestros días es un cerro sin cabeza, su testa se encuentra retenida en la cadena del frente y como su nombre es un cerro moribundo. El Saqro fue congelado por quejón y quedó inmaduro para siempre. El Yawar Maki fue sentenciado al temblor y el derrumbe perpetuo. Los juzgados nunca estuvieron de acuerdo con la sentencia y corroyeron poco a poco el alma de otros descontentos; intrigando contra Ayar Kachi y Mama Waku para difamarlos ante sus hermanos y hermanas. Así inventaron quejas imputadas al mal genio del menor de los Ayar, inoculando duda y temor en sus tres hermanos; miedo a su fuerza y valor.
Bajo el pretexto de cuidarlo de otras provocaciones y darse un tiempo para visitar a su padre Apu Qon Tiqsi Illa Wiraqocha, y recibir consejos para las nuevas tareas de ordenamiento al caos que sumergía a los habitantes de otros lares; obligaron a Ayar Kachi a regresar por la Paqarina del Apu Ch´eqoq. Inocente el jovenzuelo no logró reparar la treta de sus hermanos y regresó feliz a la cuna de su origen, con la alegría de saludar al padre e informar de sus acciones en el mundo de los humanos sus criaturas. Apenas reingresó por la paqarina, los tres hermanos y sus esposas cerraron con grandes rocas de piedra la salida y aguardaron su reacción. Al poco tiempo percibieron los vanos intentos de abrir el socavón y escucharon los gritos y el llanto desesperado del hermano. Asustados y arrepentidos abandonaron el lugar para evitar la tentación de abrir el peñón a causa de la pena producida por el dolor del pariente.
Primero los niños y luego los pueblos extrañaron la desaparición de Ayar Kachi, era un buen maestro y trabajador, decían todos, salvo los cerros envidiosos que aprobaron el encierro. Cuando la memoria frágil de las personas estaba por olvidar a este dios y hombre, llegaron noticias muy gratificantes desde los valles. En varias colinas de la región había empezado a brotar agua cristalina y bendita, cuya transparencia y sabor era inconfundible con las lágrimas humanas.
Todos reconocieron el mensaje divino de Ayar Kachi a través de sus lágrimas; desde la profundidad del Ukhu Pacha, entregaba con grandeza de hermano y dios un cristal líquido que se transformaría en la rica y dulce sal, condimento inseparable de todas las comidas y alimentos del universo. Así brotaron y surgieron las salineras en la colina del Qaqawiñay al frente del Weqey Willca o Cerro de Lágrimas Celestiales en Maras; nació el río Kachimayu en San Sebastián y otro por las pampas de Anta; el T´oqo Kachi Paqarina sagrada en San Blas; así como en diversos parajes del mundo donde cosechan el producto indispensable para la civilización.
Así nacieron y fueron bautizadas las rosetas de sal como Kachi, en homenaje al sacrificio de Ayar Kachi, expresando su transparencia, vitalidad, sensibilidad, belleza como su creador.
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