Los Insurrectos
El
golpe de estado estaba consumado; la reunión secreta del Comité Regional
convocaría a una oleada de huelgas, conforme ordenó la dirección nacional clandestina.
En tanto el edificio fue sitiado por camiones y tanquetas de la policía. La
presunta delación los puso nerviosos y destruyeron el manifiesto conspirador.
La tropa subió piso a piso, rompiendo puertas con brutalidad. Preparados para
la detención y una larga jornada en prisión, observaron que el departamento
apenas fue inspeccionado, por un capitán petulante.
En cambio en las
habitaciones vecinas hubo una batalla campal de gritos y mentadas de madre, del
cual salieron unas prisioneras, manos en la nuca de sus rostros maquillados y
labios extra coloreteados, los calzones al aire y con el clásico perfume puteríl.
Los insurrectos comprendieron sus falsas pretensiones y en silencio se fueron a
casa avergonzados.
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